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Las yemas de mis dedos caen despacio sobre tu piel, provocando una leve caricia, casi un roce fortuito, algo inocente... pero premeditado. Igual que las motas de polvo se van depositando lenta y pausadamente sobre el suelo, tus labios van descendiendo hasta toparse con los míos. Tus susurros soplan suavemente, tu voz me adormece, pero tu tacto despierta mis sentidos hasta el punto de hacerme perder el control.
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